Una empresa puede requerir (y, de hecho, requiere) de un montón de trabajo. Esta es una idea que siempre nos ronda por la cabeza, pero no somos conscientes en muchas ocasiones de todo lo que supone tener un negocio hasta que formamos parte de él y vivimos en primera persona todos los problemas y gestiones que caracterizan su día a día. Hay muchas razones que nos pueden conducir a tener la necesidad de realizar esas gestiones: fomentar la productividad, hacer posible que la empresa esté al día en materia de impuestos, adoptar medidas para llegar a más clientes… Hay mucha tela que cortar en relación a todo este tema.
He sido testigo en primera persona de todos estos temas. Desde hace algunos años, soy el propietario de una empresa dedicada a la fabricación de puertas. Siempre he creído que es un negocio rentable porque no cabe la menor duda de que hay una barbaridad de edificios, viviendas y locales en España. Y todos necesitan puertas. Además, tened en cuenta que no solo las van a necesitar los nuevos, sino también todos aquellos que requieran de una rehabilitación, que en el interior de nuestras fronteras, por cierto, son muchos. Siempre tenía la sensación de que podía vivir de esto aunque fuera un fabricante relativamente pequeño… y la verdad es que no me equivocaba en absoluto.
Solo por poner un ejemplo, mencionaré la noticia que se deriva de la página web de la Revista de la Construcción, que fue publicada en octubre de 2022 y que venía a decir que el sector de puertas y automatismos en España facturó 500 millones y disponía de 200 fabricantes. Eso equivale a 2’5 millones de euros por fabricante, que puede ser una cantidad muy jugosa (si bien depende en buena medida de lo grande que sea la fábrica y los costes fijos en los que haya incurrido). No cabe la menor duda de que el enorme trabajo que hay detrás de una actividad como esta merece que las fábricas del sector sean tan rentables como se les presupone.
Aún recuerdo el jaleo que tuve que superar cuando decidí abrir el negocio y me encontraba dando los pasos previos a su apertura. Tuve que buscar una fábrica que se amoldara a lo que necesitaba, comprar la maquinaria para realizar esta labor, encargarme de llevar a cabo los procesos de selección del personal, realizar todo tipo de trámites burocráticos destinados a tener todo en regla de cara a la apertura y un montón de cosas más. Ni que decir tiene que la cantidad de horas que me llevó todo esta trabajo fue tremenda y que tuve no pocos dolores de cabeza para tratar de resolver todo esto de la manera más diligente posible.
Una vez que la fábrica comenzó a funcionar, me di cuenta de que tenía la necesidad de contar con cierta ayuda en lo que tiene que ver con determinados asuntos. No dejábamos de ser una pyme, con todo lo que eso entraña, y no podía disponer de personal para la resolución de cuestiones como a las que me estoy refiriendo, que tenían que ver especialmente con todo lo relacionado con derecho mercantil. Sentía que obtener ayuda iba a ser una apuesta idónea principalmente por el hecho de que me dejaría tiempo para dedicarme a lo que mejor sé hacer: gestionar todo lo relativo a la fabricación de las puertas y a su venta a los potenciales clientes.
Realmente, no sabía muy bien a qué me exponía a la hora de gestionar esa fábrica de puertas de la que ya era el máximo responsable, sobre todo desde el punto de vista mercantil. Tenía que hacerme una primera idea de lo que tenía que gestionar para después proceder a ello. Hablando con diferentes asesorías y abogados, pude hacerme una primera idea genérica. En Abogados en Santander me mencionaron algunas de las cosas de las que no podía apartar la vista en este sentido y me sorprendí con la cantidad de cosas que eran: orientación en operaciones mercantiles y transacciones, asesoría en contratos, obligaciones o derechos, representación legal en disputas de carácter mercantil, apoyo en la estructuración de una empresa (esta, además, me sorprendió mucho)…
Solo con el hecho de saber que tienes a quién recurrir para salvar cualquier problema en este sentido te puedes quedar mucho más tranquilo. Y es que no es para menos. Os podría hacer una lista de un montón de situaciones en las que es posible encontrarnos con problemas en lo relativo con el derecho mercantil, sobre todo teniendo en cuenta que mi negocio dispone de relaciones con un montón de empresas que están interesadas en nuestros productos. En caso de no haber contado con ayuda en lo relativo a este cometido, creo que ya me hubiera vuelto loco. Por tanto, disponer de esta salvaguarda es algo que nunca se debe dejar pasar.
La verdad es que es una suerte poder tener ayuda en ese sentido porque, como decía antes, esto me habilita tiempo para lo que realmente me gusta, para lo que realmente estoy preparado, para lo que realmente valgo: para vender. El contacto con clientes es mi especialidad y tengo el tiempo suficiente como para plantear cada reunión y cada conversación con ellos (para esto, por cierto, también os recomendaría que usarais algún tipo de crm). A fin de cuentas, y sobre todo si nuestro negocio es una pequeña o mediana empresa, hay que externalizar algunas gestiones para poder dedicarle tiempo de calidad a la actividad que realmente es la que nos da de comer.
Una ayuda que necesitan todos los pequeños fabricantes
En un mundo en el que todo gira más rápido que nunca por el hecho de que estamos en plena transición tecnológica, es normal que los emprendedores que se dedican al sector industrial tengan que dedicar el máximo tiempo a todo lo que esté relacionado con su actividad comercial. Cuando se producen tiempos de transición como en los que nos encontramos, lo que ocurre es que hay que preparar a toda la fábrica para ello y eso requiere de una serie de esfuerzos bastante importantes. Requiere una dedicación plena y que no haya ningún otro asunto (burocrático o no) que interfiera. En caso de que así fuera, estaríamos ante un problema de difícil solución.
Dice una noticia que vio la luz en la web del diario El Mundo que España tiene hoy 49.684 fábricas menos que en 2008. Y es que hay muchos negocios, sobre todo pequeños, que no superaron la crisis económica que se desarrolló aquel año ni que se han podido adaptar a ese cambio tecnológico del que estábamos hablando más arriba. Desde luego, es una lástima que así haya sido y precisamente por eso, por el hecho de que ya hemos aprendido la lección, los principales dirigentes de las pymes industriales de hoy en día deben ser conscientes de todas las ventajas que están asociadas a externalizar el trabajo y centrarse en cómo funciona su proceso productivo y sus ventas, que a fin de cuentas es lo que va a tener una gran repercusión en la salud y el futuro del negocio.
Esto que os estamos comentando también puede ser interesante para empresas que sean más grandes. Cuando una entidad dispone de varios miles de trabajadores, puede permitirse por regla general tener gente especializada en asuntos burocráticos (asesores, abogados…) en nómina. Pero nunca está de más contar con algo de ayuda externa si creemos que a nuestra organización le puede venir bien de cara a ser más eficaz y eficiente. Es posible que esa ayuda externa nos venga de perlas si las personas que tenemos contratadas para esos asuntos burocráticos están inmersas en otro tipo de cuestiones o procesos. Depende de la situación de cada empresa en concreto, por supuesto, pero al menos es interesante que se valore este tema.
Todo ayuda a que un negocio funcione cada día mejor. En el mío, desde luego, esa ayuda externa siempre me ha venido muy bien y tengo que reconocer que hubiera sido muy complicado sacar adelante el día a día si hubiese tenido que ser yo mismo el que hubiera gestionado todo lo relativo a los trámites burocráticos, algo en lo que, por otra parte, no estoy especializado ni mucho menos. Además de ganar tiempo, eso me ha permitido ganar tranquilidad porque, al estar gestionado ese asunto con expertos en ello, tengo la garantía de que no estoy incurriendo en ninguna ilegalidad ni nada por el estilo.
Como os decía al principio, un negocio requiere de mucho esfuerzo y mucho trabajo. Y requiere de que las actividades que llevemos a tal efecto sean diarias, que haya un esfuerzo continuo. Ni que decir tiene que esto no es fácil y que hay días en los que parece que todo está cuesta arriba. Pero os digo que merece la pena. No me arrepiento en absoluto de todo lo que he hecho hasta la fecha y eso es lo que me incita a seguir adelante.