El desempleo y la pobreza están fuertemente vinculados a la percepción de exclusión social. Aproximadamente uno de cada cinco ciudadanos en España expresa su preocupación por las limitadas oportunidades de participación en la sociedad.
La cohesión social sigue siendo un reto central en los estudios sociológicos contemporáneos. A pesar del aumento en las tasas de empleo, la pobreza no ha disminuido significativamente. Además, la proliferación de relaciones laborales atípicas ha generado incertidumbre tanto a nivel material como en la planificación de la vida a largo plazo. Mientras que las oportunidades de consumo de los desempleados continúan deteriorándose, la concentración de la riqueza se ha intensificado. Como resultado, el riesgo de permanecer en una situación de pobreza se mantiene elevado y, en muchos casos, se transmite a la siguiente generación.
Según las estadísticas oficiales de la Unión Europea, en 2023, una de cada cinco personas en España estaba afectada por la pobreza o la exclusión social. Eurostat define esta situación como el cumplimiento de al menos uno de los siguientes criterios: riesgo de pobreza, privaciones materiales importantes o pertenencia a un hogar con muy baja participación en el mercado laboral. Desde la perspectiva de quienes viven esta realidad, la pobreza y el desempleo representan una barrera para la integración y participación en la sociedad.
Exclusión Social y el Mercado Laboral
La exclusión social no puede entenderse únicamente a través de la falta de recursos materiales. Desde finales de los años 90, el debate se ha centrado en otros factores clave, como la integración en el mercado laboral y la participación en la vida económica, social, política y cultural. En Europa, el principal mecanismo de integración sigue siendo el empleo, lo que significa que la pertenencia o la exclusión de un individuo dependen en gran medida de su relación con el mercado laboral y el sistema de seguridad social.
En este contexto, empresas como el centro de formación Tecno Inte, especializadas en formación para la integración laboral de personas en riesgo de exclusión social, juegan un papel fundamental. A través de programas de capacitación y desarrollo de habilidades, ayudan a reducir las barreras que dificultan el acceso a empleos estables, promoviendo la autonomía económica y la inclusión en la sociedad. Según expertos, garantizar una relación laboral estándar aumenta significativamente la percepción de pertenencia y participación social, en comparación con modalidades de empleo más inestables como los contratos temporales o el trabajo por horas.
No obstante, la exclusión social no es un fenómeno homogéneo. El simple contraste entre incluidos y excluidos puede ser engañoso, ya que existen diferentes niveles de integración y precariedad. En este sentido, las oportunidades de participación dependen no solo de la estabilidad laboral, sino también de la red de apoyo social y del acceso a servicios básicos como la educación y la sanidad.
¿Cómo se Mide la Exclusión Social?
Tradicionalmente, la exclusión social se ha medido a través de indicadores como los ingresos, el desempleo y el acceso a bienes básicos. Sin embargo, estos criterios pueden resultar insuficientes, ya que no consideran la percepción subjetiva de integración. Estudios recientes muestran que factores como la satisfacción con la vida social y el acceso a redes de apoyo pueden ser tan determinantes como el nivel de ingresos.
Por ejemplo, la falta de contactos sociales que puedan brindar apoyo económico o emocional en momentos de necesidad se asocia con una mayor sensación de exclusión. De manera similar, los problemas de salud pueden dificultar la integración, ya que quienes sufren enfermedades crónicas suelen experimentar un sentimiento de aislamiento superior a la media.
En comparación con otros países europeos, España presenta un nivel de exclusión social relativamente bajo. Sin embargo, sigue existiendo una brecha importante entre aquellos con empleos estables y los que se encuentran en situaciones de precariedad. Los países con menor percepción de exclusión suelen ser aquellos con mayor igualdad de ingresos, mejores condiciones de vida y menores tasas de desempleo de larga duración.
En definitiva
La exclusión social no solo afecta el bienestar individual, sino que también pone en riesgo la estabilidad social. Si un número creciente de personas siente que no forma parte plena de la sociedad, pueden surgir tensiones que deriven en protestas o comportamientos antisociales.
Para abordar este problema, es crucial implementar políticas de inclusión que vayan más allá del mercado laboral, ofreciendo apoyo a quienes no pueden salir de la exclusión por sí mismos. En este sentido, iniciativas como las desarrolladas por empresas resultan esenciales para construir una sociedad más equitativa, proporcionando herramientas para la reinserción laboral y promoviendo un sistema de seguridad social que garantice oportunidades reales de participación.